Media hora previa en el senado.
El mundo multipolar se está derrumbando, el Índice de Incertidumbre Mundial es el más alto en este año, y las políticas de Estados Unidos han ayudado a aumentarlo, en particular por la guerra comercial que ha desatado contra todos sus socios.
El Índice de Paz Global que mide el número de conflictos armados señaló que en 2024 el número de conflictos activos era de 56, la cifra más alta desde la II Guerra Mundial, y que 92 países estaban involucrados en enfrentamientos. La idea de una “paz mundial” está tan lejos hoy como cuando Kant escribió La Paz Perpetua en 1795 forjando el ideal de un Estado internacional basado en el derecho. Pues no hay un estado internacional basado en el derecho, y aunque nunca lo hubo, las frágiles bases que sostenían los acuerdos de la postguerra hoy están socavados.
Los países periféricos son hoy, los más amenazados por los conflictos bélicos. En Palestina, Sudán, o el Congo, se manifiestan los enfrentamientos armados que resultan de la política del despojo y la colonización a lo largo de siglos. Pero la guerra ha llegado a las puertas de América Latina, otra vez. Me refiero a Venezuela y a los ataques armados de Estados Unidos a este país en estos días.
Las intervenciones de EE. UU. en América Latina incluyendo invasiones, golpes de Estado, apoyos a dictaduras y otras formas de conflicto, que han sido documentadas y estudiadas se han producido en México, Guatemala, República Dominicana, Panamá, Cuba, Nicaragua, Haití y, como bien sabemos, en los países del Cono Sur a lo largo de la historia. Decenas de conflictos armados directos. Gran parte de ellos, sobre todo durante la guerra fría, fue para “combatir el comunismo”.
Pensamos que estas épocas habían pasado. Pero no. Con nuevas narrativas hoy se están buscando excusas -como la del narcotráfico- que justifiquen la intervención armada y sigan perforando el derecho internacional. Con el fin de la guerra fría, esta nueva narrativa se comenzó a construir. En 1989 USA invadió a Panamá para “capturar” a Noriega. Hoy, se evidencia un conflicto que rastrea ese “aire de época” de la invasión a Panamá.
Hay una amenaza militar a Venezuela, porque después del bloqueo económico, del secuestro de sus bonos de deuda, y del aislamiento internacional al que ha sido sometida, ahora viene el ataque armado. La frutilla de la torta. Nosotros no podemos permanecer callados, independientemente de lo que pensemos sobre el régimen en Venezuela y de Maduro.
Dice Ignacio Ramonet, en Le Monde Diplomatique que en estos últimos cuatro meses Estados Unidos ha acumulado en la orilla de las aguas territoriales de Venezuela una colosal fuerza bélica, con portaviones, una flotilla de destructores, cruceros, submarinos, aeronaves de guerra, drones militares, unidades de operaciones especiales y cuerpos de marines ya desplegados en la zona, incluyendo El Salvador, Panamá y Puerto Rico. El número total de efectivos listos para atacar supera ya los 15.000 combatientes en el mayor despliegue militar de Estados Unidos desde la primera guerra del Golfo pérsico en 1990. Pero Venezuela no es Panamá: es más grande, tiene petróleo, y está acá, en América del Sur, al lado de Colombia, cuyo presidente viene advirtiendo sobre la escalada del conflicto armado allí, temiendo por su suerte. La idea de que Venezuela está siendo atacada porque es una “amenaza” por el narcotráfico, la famosa excusa de la»guerra contra las drogas» , se parece a la de las “armas de destrucción masiva” en Irak. Los asesinatos a personas embarcadas han sido calificados por ONU como “ejecuciones extrajudiciales”.
En 1823, al inicio del siglo XIX se formuló la Doctrina Monroe, que llevaba a justificar la pretensión de dominio de USA sobre una América Latina aún débil, balcanizada, pobre. Han pasado dos siglos. La amenaza de EEUU contra Venezuela no puede dejarnos callados. Y no alcanza sólo con Petro, Lula o Claudia Sheinbaum. Nosotros también debemos manifestarnos. Es momento de que los pueblos latinoamericanos rechacemos explícitamente cualquier forma de injerencia externa sobre nuestra soberanía.

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