Presupuesto y niñez: una oportunidad para enfrentar la desigualdad estructural

Recibimos en la Comisión de Presupuesto a las autoridades del INAU. Con más de cien mil niños atendidos, y casi ocho mil en sistemas de protección “especial” (es creciente el número de niñas/os derivados al INAU, sobre todo por situaciones de violencia o privaciones económicas severas), esta institución desnuda la triste realidad de la infancia en Uruguay.

Afortunadamente, el escaso presupuesto que estamos considerando en el Senado prioriza la infancia. Y es la primera vez que se prioriza en un incremento presupuestal a la niñez y maternidad más pobres, aún cuando esta realidad tiene ya décadas.

Hoy, cuando una encuesta de hogares desnuda el problema de la pobreza infantil (uno de cada tres niños nace en hogares pobres), y evidencia su prevalencia en departamentos como Artigas, Cerro Largo o Rivera —donde la mitad de los niños son pobres—, el carácter estructural de una pobreza a la que la duplicación de la riqueza nacional en los últimos diez años no ha alcanzado siquiera a tocar, rompe los ojos.

La realidad de la pobreza infantil es la evidencia de la enorme desigualdad que se ha construido en este país, y que pese a los esfuerzos realizados por los gobiernos de izquierda, no se ha podido erradicar. En el país “igualitario y democrático”, el 1% tiene el 40% de la riqueza y el 50% apenas el 12%. No nos cansamos de decirlo.

El problema no es la pobreza, apenas (como el resultado de una mala gestión o de un “mal momento” económico); el problema es y será siempre la enorme desigualdad entre clases, géneros, territorios, países y personas.

La postura de INAU fue clara: su prioridad hoy es erradicar la pobreza y la violencia de la vida de las infancias. Con casi 9000 niñes violentados en 2024, Uruguay revela su peor faz. Del total de situaciones vinculadas a abuso sexual, casi 8 de cada 10 víctimas fueron niñas y adolescentes mujeres.

A estas deben sumarse otras violencias que han aumentado e impactan directamente en las infancias, como los infanticidios y la violencia vicaria. Además, una encuesta reciente revela que casi uno de cada cuatro adolescentes han debido abandonar sus actividades habituales por tristeza o depresión (la cifra es superior en mujeres), y más de uno cada diez ha pensado en quitarse la vida. El suicidio juvenil es muy alto, y no lo vemos.

Así, como dijo Claudia Romero, presidenta del Directorio, cuando decimos que los niños representan el futuro, debemos pensar que los adultos de hoy evidencian al niño que fueron. Parte de los problemas de la pobreza, la inseguridad y la violencia tienen una biografía. Y esa biografía parte de la dura realidad de buena parte de los niños, niñas y adolescentes en Uruguay.

Uruguay es uno de los países más ricos de América Latina; está entre los tres primeros con el más alto PBI per cápita. ¿Cómo es posible que un tercio de los niños viva en hogares que no satisfacen las necesidades básicas? ¿Cómo es posible que una de cada cuatro personas sea pobre?

La pregunta por la desigualdad es clave en este contexto. A la izquierda le rompe los ojos. Pero precisamos un poco de visión del resto del sistema político. De aquéllos que, aún preocupados por la desigualdad y la pobreza, no consigan ver lo que son las trabas al desarrollo y la justicia en Uruguay.

Este presupuesto será un buen lugar para ver si los representantes que la gente puso ahí son capaces de pensar juntos en los problemas nacionales de la mayor envergadura, o seguiremos practicando un pugilato inútil, sin consecuencias y desgastante.

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