Frente al avance del fascismo, lucha feminista

Por Constanza Moreira

Este 8 de marzo, la frase “frente al avance del fascismo, resistencia feminista” se ha alzado como consigna y como estrategia. La pregunta, ¿qué tiene que ver el fascismo con la lucha feminista?, se impone. Y es que no es tan simple imaginarse que el feminismo es una estrategia de lucha democrática y de lucha distributiva. No cuando se le examina con lente estrecho y con prejuicio: en esta perspectiva la lucha feminista es la instalación de la “guerra de los sexos” y nada de bueno puede resultar de ello. En una perspectiva menos prejuiciosa y más amplia, la lucha feminista es una lucha contra la desigualdad de género y en defensa de las mujeres. Pero la lucha feminista es más que eso, mucho más.

Este 8 de marzo defendemos la democracia como proyecto y como ideal. Pero ¿qué democracia es esa? ¿Una democracia donde el pueblo apenas se reserva el derecho a elegir una vez cada cinco años? No, la democracia que queremos es una en el todos tengamos un poder de influencia equivalente sobre los asuntos públicos, una en la que la agenda se conforme “de abajo hacia arriba”. Ese ideal democrático profundo, popular, es por el que las feministas hemos luchado incansablemente. Hemos luchado por el derecho al sufragio (¡y fuimos las últimas en conseguirlo!), luego hemos luchado por la representación política (a la salida de la dictadura ¡ninguna mujer fue elegida en el parlamento!), y ahora luchamos por la democracia paritaria. La lucha feminista es, ante todo, una lucha esencialmente política. Porque las mujeres hemos sido la ciudadanía “excluida” por definición. Porque sabemos que una sociedad en la que unos deciden y otros obedecen, es una sociedad en la que, por definición, perdemos las mujeres. Y los más pobres. Y sin duda los más vulnerables.  

Este 8 de marzo luchamos contra el fascismo porque luchamos por el Estado de derecho. Luchamos por la vigencia de los derechos cívicos más elementales, de los derechos laborales básicos, de los derechos sociales.  Nadie ha luchado más por el derecho a la salud que las mujeres: porque luchamos por nosotras y por nuestros hijos. Porque luchamos por el derecho a la autonomía de nuestro cuerpo. Nadie ha luchado más por el derecho a la educación que las mujeres: pues ellas son las maestras y las madres de los niños y niñas y adolescentes que conforman la base del sistema educativo. Y porque cuando la educación y la salud no funcionan, es la familia, y por consiguiente las mujeres, las que se ven obligadas a asegurar esos derechos. Y -huelga decirlo-nadie ha luchado tanto por el derecho a la verdad y la justicia como las mujeres; y es por eso que las madres y las abuelas son legión en las luchas por los derechos humanos. Si sabremos de fascismo las mujeres: que lo digan las madres y familiares de desaparecidos en dictadura.

Este 8 de marzo luchamos contra la violencia y el odio que azuzan las agresiones contra el feminismo y contra la diversidad, contra la izquierda y contra la política misma. Luchamos contra la violencia patriarcal y contra la ley del más fuerte. La ley del más fuerte es la ley del brazo que agrede, del arma que mata, del dinero que compra, y del poder impune. La ley del más fuerte es la libertad del más fuerte, cuando el freno de la ley no refrena la prepotencia y la impunidad. A la ley del más fuerte, se impone la lucha feminista: la organización y el acuerdo, la cooperación y la conversación, el afecto y la comunidad. La lucha feminista es todo eso.

Este 8 de marzo, la lucha feminista arrecia, se expande, se reinventa y sigue exhibiendo la alegría y la energía de miles y miles de mujeres que salen a tomar las calles.

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